Así cambian las vidas en ‘Villa Arana’: Cristian y su hijo, un hogar para un nuevo comienzo

Los cambuches que dieron paso a un barrio que hoy atrae por sus fachadas de colores.

San Cristóbal, 8 de septiembre de 2025 – En el corazón de San Cristóbal, un antiguo asentamiento de plásticos y palos dio paso, en cuestión de meses, al vibrante barrio conocido hoy como Villa Arana. Lo que alguna vez fue sinónimo de precariedad y vulnerabilidad, ahora es símbolo de dignidad, esperanza y renacimiento para 31 familias, y particularmente para una de ellas que hoy cuenta más que con un techo: tiene un futuro.

Esta transformación fue posible, en agosto pasado, gracias al compromiso del gobernador Yamil Arana Padauí, quien, tras constatar las difíciles condiciones en las que vivían estas familias, impulsó la construcción acelerada de 31 viviendas dignas.

Cada casa, construida en solo nueve meses, ofrece dos habitaciones, sala, cocina-comedor, baño y patio, además de servicios públicos completos —agua, energía, redes hidrosanitarias y alcantarillado— y calles urbanizadas llenas de coloridos murales que reflejan la identidad cultural de la región.

La historia de Cristian: resiliencia y nuevas raíces

Entre estas familias beneficiarias está Cristian Rafael Martínez Ariza, un hombre de 45 años nacido en Barranquilla pero cuyas raíces siempre estuvieron en San Cristóbal. Hoy vive con su hijo Ian David, de seis años, en una de esas nuevas casas. Durante años, Cristian fue a la vez padre y madre; sus días transcurrieron trabajando de todo —desde limpieza hasta construcción— con tal de llevar comida a la mesa.

Pero esa vida llena de esfuerzos tiene una chispa especial: su pasión por la cocina. Con orgullo ha sido contratado para preparar platos con corazón —desde arroz de coco hasta chivos enteros—, algo que estudió, obtuvo diploma y que hoy lo ayuda a sostener su hogar con cariño y sazón.

Antes de Villa Arana, la vida de Cristian e Ian era una odisea: primero en una finca, luego en un ranchito improvisado detrás del hospital, y posteriormente en un refugio inestable cerca del parque del pueblo. Una creciente incluso destruyó lo poco que tenían, y aún así, mantenían viva la ilusión de una vivienda digna .

Hoy, esa ilusión se convirtió en un hogar de verdad: “Ahora vivimos tranquilos, ya no tenemos miedo de que se rompa el plástico o que alguien se meta a llevarse lo poquito que teníamos. Aquí dormimos seguros y mi hijo tiene un techo digno.”
“Estoy feliz con mi casa nueva,” dice Ian con una sonrisa que resume el cambio .

Y con esa sonrisa llegó también la gratitud de Cristian hacia quien hizo posible este cambio:

“Él vio nuestra necesidad. Que Dios lo bendiga y le dé fuerza para seguir ayudando a los más pobres. Yo estaré agradecido toda mi vida porque mi hijo ahora tiene un hogar digno”.

Además, sueña con convertir su talento culinario en un pequeño negocio que asegure estabilidad para sus hijos .

Más que casas: una nueva forma de vivir

El proyecto que los mismos beneficiados llamaron Villa Arana ha sido destacado por medios y autoridades no solo como una obra arquitectónica, sino como un modelo de transformación social y cultural. El barrio ha ganado identidad local y se proyecta como un destino emergente de turismo comunitario, por su arte, cohesión y espíritu festivo.

Además, la participación activa de los propios beneficiarios en la construcción consolidó el sentido de comunidad y pertenencia:

“Aquí pusimos corazón y manos. Por eso sentimos que esto es nuestro, de verdad,” expresó uno de los vecinos.

Con la entrega ya realizada, la Gobernación anunció la próxima pavimentación de la calle principal en Villa Arana, continuando el impulso al desarrollo urbano iniciado en este nuevo barrio modelo.

En definitiva, Villa Arana es más que un conjunto de viviendas nuevas: es la materialización de una promesa, el renacer de una comunidad, y el hogar donde sueñan y crecen vidas como las de Cristian e Ian. Con esfuerzo, arte y solidaridad, ese barrio hoy es símbolo de dignidad restaurada y futuro posible.

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